Con aproximadamente 2.300 millones de hablantes (según The Cambridge Encyclopedia of the English Language), el inglés seguirá siendo la principal lengua global a lo largo de la próxima década. Más allá de los ámbitos laboral y educativo, su presencia ha crecido hasta convertirse en una herramienta integrada en la vida de las personas y en las interacciones que mantienen, donde muchas veces la multiculturalidad y el multilingüismo son la norma. Su preeminencia, afirman, llega hasta el punto de sostener que, de hecho, ha superado ya su condición de idioma extranjero: esa es, al menos, una de las principales conclusiones del programa de investigación The future of English: Global Perspectives, que se presentó ayer en la sede de British Council en Madrid.
“El inglés no puede considerarse como una lengua extranjera más. Se trata de una lengua franca global y común, de un vehículo de entendimiento entre distintas culturas”, sostiene Mina Patel, directora del grupo responsable de la investigación: “En algunos sitios todavía puede considerarse una lengua extranjera, pero en otros ya no lo es (…); está en un estado de evolución constante en el que las barreras entre los distintos idiomas se difuminan y el inglés se usa de una forma dinámica y multifacética, a menudo en situaciones multilingües en las que el inglés es el idioma que facilita la comunicación entre dos personas”. “Por ejemplo, los padres de mi nieto son de Malasia y de Sri Lanka. Él nació y está creciendo en Malasia, rodeado de inglés, malayo, chino y tamil. Pero ¿cuál es su idioma nativo?”, se pregunta.
Tecnología y multiculturalidad
Según las conclusiones del estudio, la demanda del inglés como lengua franca seguirá creciendo en los próximos años, en los que tecnología y redes sociales desempeñarán un papel importante en el modo en que se necesita y se emplea el idioma, ya sea como entretenimiento, información o educación informal. Tampoco hay que olvidar que, en el mundo académico, el inglés es el idioma de alrededor del 90 % de las publicaciones; ni que el 60 % del contenido de internet está en ese mismo idioma. Una realidad que coloca al inglés “como una herramienta de comunicación necesaria y no un idioma extranjero, puesto que está tan integrado en nuestro día a día que no puede considerarse como foráneo”, explican desde el British Council.
La empleabilidad, además, seguirá siendo una de las principales motivaciones para aprender inglés, si bien con un papel que también ha evolucionado: en un lugar de trabajo moderno, dinámico y complejo como el actual, apuntan, el inglés no existe de forma aislada, sino asociada con factores como la competencia intercultural, la resolución de problemas, la alfabetización digital y el teletrabajo.
“Cada vez son más frecuentes las conversaciones en inglés entre dos personas que no tienen este idioma como primera lengua, [de manera que] moldean y reconstruyen constantemente el idioma de forma dinámica, usando una u otra de sus lenguas en función de sus necesidades y las de sus interlocutores”, añaden. Un fenómeno que se conoce como translanguaging, y que para Patel es habitual en las aulas de enseñanza, que con frecuencia reflejan la realidad social multilingüe en la que están ubicadas, “con profesores y alumnos usando los recursos lingüísticos a su disposición para que el aprendizaje sea efectivo, incluso aunque con eso se alejen de las políticas educativas que, por ejemplo, puedan obligar a usar un idioma concreto”. “Y lo mejor”, afirma, “es que este fenómeno sucede de abajo a arriba, y ocurre porque es necesario; pero hace falta investigar más para averiguar cómo puede ser más útil para las prácticas educativas”.
Por eso, los empleadores dan mayor importancia a las destrezas orales y auditivas. “Se buscan buenas habilidades de producción en inglés. Para las empresas, las evaluaciones estándar no reflejan las capacidades lingüísticas de los nuevos empleados, que vienen con un buen nivel teórico pero que a menudo tienen problemas al utilizar el inglés en el trabajo”, recuerda Patel.
En otras palabras: si queremos preparar a los jóvenes para la vida y el empleo, debemos dotarles de habilidades que aseguren su éxito. Y, para ello, advierten los investigadores, es necesario redefinir la enseñanza del inglés, de manera que incluya tanto la ya mencionada competencia intercultural como la alfabetización digital, con un aprendizaje personalizado y contextualizado y metodologías formales e informales que rompan la discrepancia entre lo que se enseña en los centros educativos y lo que realmente se necesita en un entorno laboral. “Lengua, cultura e identidad están unidas intrínsecamente. Si queremos trabajar hacia un mundo más comprensivo, respetuoso, colaborativo y pacífico, la competencia intercultural es vital”, asegura Patel.
Profesores ante la inteligencia artificial
Aunque, en esa personalización, la aplicación de tecnologías innovativas como la inteligencia artificial será sin duda determinante, el papel de los profesores seguirá siendo esencial, señalan desde la institución británica. Eso sí: sacarle todo el partido posible dependerá de que se den las circunstancias adecuadas.
Entre los posibles beneficios de la IA en la enseñanza de idiomas, la investigación destaca aspectos como la tutoría inteligente (responder a las preguntas de los alumnos y proporcionar explicaciones); la personalización de contenidos; la ruptura de barreras geográficas; la retroalimentación automática (proporcionar correcciones y respuestas rápidas); la eficiencia y la optimización del tiempo; o hacer del aprendizaje una experiencia amena y divertida. Pero, además, presenta la posibilidad de promover un aprendizaje más diverso e inclusivo, especialmente con alumnos neurodiversos (con autismo, dislexia o hiperactividad, por ejemplo).
Sin embargo, para que todo esto sea posible, los profesores necesitan recibir una formación adecuada de la que, apuntan los investigadores, carecen con frecuencia. Aspectos como la tecnología y cómo usarla en clase de manera efectiva; igualdad, diversidad e inclusión; enseñanza multilingüe y prácticas útiles de evaluación. “No siempre se ofrece a los profesores oportunidades de desarrollo profesional. Los sistemas educativos deberían examinar detenidamente lo que se les enseña antes de que comiencen a ejercer como educadores y revisar el currículo para que empiecen su carrera bien equipados; pero ellos y ellas también han de comprometerse a seguir aprendiendo y formándose”, reclama Patel.
En este sentido, The Future of English: Global Perspectives se hace eco de la disrupción que podría suponer la entrada en el sector de multinacionales como Google, a través de enfoques basados en la inteligencia artificial y de propuestas de aprendizaje formales e informales mucho más individualizadas.
Innovaciones en el aprendizaje… y en la evaluación
Si la pandemia fue un catalizador para los avances tecnológicos, también brindó a muchas personas la oportunidad, tanto en tiempo como en medios, de encontrar formas alternativas de interactuar y aprender. Y no solo al alumnado en general, sino muy concretamente a aquellos con necesidades educativas especiales: “Nuestra experiencia durante la pandemia resaltó la necesidad de mejorar el apoyo a las personas con dificultades de aprendizaje o con discapacidades, y ahora existen diferentes vías y modos de aprendizaje alternativos. El concepto tradicional del aula debe ser revisitado y revisado, y eso no significa que no haya lugar para la educación formal (ciertamente lo hay). Pero en el futuro, los sistemas educativos deberían incorporar métodos más informales de aprendizaje que no necesariamente tengan lugar en un entorno escolar formal, y que puedan utilizar diferentes medios”, esgrime Patel.
Asimismo, el informe no deja de mencionar la urgencia de implementar sistemas de evaluación que sean capaces de medir al individuo de una forma holística, con pruebas que reflejen las exigencias sociales y cognitivas de la comunicación en el mundo real. Es necesario, sostienen, hacer énfasis en las pruebas de expresión escrita y oral, donde la inteligencia artificial tiene un gran potencial de desarrollo, para así satisfacer los requerimientos de los empleadores y las necesidades futuras de los propios estudiantes.
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